Mamá, he dejado el trabajo
Pero antes de que pongas el grito en el cielo, déjame explicártelo.
Yo era una persona normal, con una vida normal y un trabajo normal. Me despertaba todos los días a la misma hora, desayunaba, me vestía, me peinaba, bostezaba, encendía la radio, apagaba la radio, volvía a bostezar, me arrastraba hasta el metro, me subía en el metro, me dormía en el metro, me pasaba una o dos paradas, volvía hacia atrás, corría para no llegar tarde a la oficina, llegaba tarde a la oficina, mi jefe me echaba la bronca, le decía que no volvería a pasar, me sentaba frente al ordenador, mataba el tiempo ocho horas, me arrastraba hasta el metro, me subía en el metro, me dormía en el metro, me pasaba una o dos paradas, volvía hacia atrás, llegaba a casa, me desvestía, me metía bajo la ducha, cenaba, bostezaba y me iba a dormir. No recuerdo si además soñaba, pero diría que no.
Y así, todos los puñeteros días de mi vida.
Hasta hoy.